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miércoles, 19 de junio de 2013

“En Tucumán la escuela era mata putos”

Alejandro es un tucumano de 42 años. “Nací el 19 de mayo del 71”, dice como para dimensionar lo diferente que era por entonces la percepción de la sociedad respecto de las personas homosexuales. Cuenta que si de por sí ser gay era algo de lo que mejor no hablar en la Argentina, mucho más difícil era la vida en el norte. “En Tucumán la escuela era mata putos”, dice. “La Facu, también”. Alejandro es ingeniero agrónomo, estudió en la Escuela de Agricultura de la Universidad Nacional de Tucumán (UTN).


Por lo que él cuenta, allí sigue siendo muy complicado asumirse gay. Escribió a Boquitas pintadas para compartir una carta que le escribió a un salteño con el que vivió una historia de amor clandestina. Este hombre, de 50 años, aún no se anima a salir del clóset. Luego de vivir un encuentro amoroso, Alejandro le escribe y cuenta que para él tampoco fue fácil vivir su homosexualidad. “Mi familia es la típica familia con abolengo, súper tradicionalista, católica y muy reconocida en la sociedad”, dice, y por eso se excusa de dar a conocer su apellido. Cuenta que tiene familiares sacerdotes y uno es Obispo. “No fue fácil crecer en ese entorno”, agrega, como si hiciera falta excusarse.


Alejandro hace memoria para intentar ubicar el momento en que supo que lo atraían los varones. Cree que la mejor respuesta es “Siempre, siempre lo supe. No sé la edad exacta, pero desde que tengo memoria de sentir deseo ya se relaciona con la homosexualidad”. Esta certeza que hoy tiene, está lejos de significar que “la tuvo clara desde el principio”.


Alejandro, de Tucumán


Recuerda que la escuela secundaria era lo que típicamente se llamaba “mata putos”.  Por entonces, el amor fue más fuerte y se enamoró por primera vez de un compañero de la secundaria. “Fuimos amigos hasta los 17 y empezamos una relación de pareja que duró hasta nuestros 28 años”, cuenta. No lo podía saber nadie, claro.


Desde aquel tiempo empezó a pensar que, como todo en la vida, crecer como gay le iba a significar una práctica, un ejercicio y que tendría que esforzarse para que su familia comprendiera, alguna vez. “Supe que no quería ser un extraño allí en mi familia. Así fue que me propuse que evolucionáramos todos y con mucho sacrificio lo logré”, dice hoy, más de 20 años después. “Lo tengo blanqueado, es decir, salí del clóset y de esto hace varios años”.


Aclara que la carta que envía a Boquitas pintadas no tiene nada que ver con su novio de su adolescencia. “El chico de la carta es mucho más reciente, se llama Salvador, nos conocimos por chat por medio de una página de contacto gay. Aquí es muy usada debido a que no se puede andar mostrándose mucho”, aclara. Cuenta que él es un arquitecto de Salta, 8 años más grande que él que, sin embargo, aún no pudo asumir su homosexualidad públicamente.


“Parece increíble pero él, con 50 años, no tiene blanqueado que le gustan los hombres. Y su caso es uno entre muchos aquí en estas provincias”, dice. “Yo tuve la suerte de viajar mucho y eso me abrió la cabeza y me ayudó a ir acomodando las cosas, pero es una excepción”.


Alejandro reflexiona: “Comprendí que no debo esperarlo todo de regalo y debo desarrollar y perfeccionar mis facultades intelectuales y morales, tener el conocimiento suficiente para entender que el que nada sacrifica no tiene derecho a nada. Eso fue lo único que siempre tuve claro. Pasé por muchas etapas, desde negar mi homosexualidad a ocultarla, pasé de todo, pero al final supe que si actuaba con respeto nadie podría decirme nada”.


Esta experiencia de vida también me ayudó, de chico, a que no comprender algunas cosas no da derecho a negar, censurar, ni criticar, discriminar lo que no se entiende. “Yo sufrí la discriminación y creo que nadie tiene por qué soportar eso”, concluye.


Alejandro, en sus últimas vacaciones


Comparto con ustedes esta carta que Alejandro le escribió a alguien que conoció y con quien vivió dos días de amor. De regreso puso estas palabras en un mail que luego envió a Boquitas pintadas. 


La carta de Alejandro:


Son las 5.00 y hace ya tres día que duermo poco, estoy esperando demasiado ansioso a que llegue el día que finalmente sabré si esto va a continuar.


¿Sabés?, no sé cómo es generalmente la gente; sí sé hoy cómo soy yo, y aprendí a conocerme con el tiempo. Por eso me creo obligaciones para tener derechos. Sé que el que nada arriesga, nada obtiene; aprendí que dando me siento muy bien. Obvio no me gusta sufrir, eso te pone en una situación de debilidad, que no quiero o por lo menos no me gusta pasar.


No sé cómo estás acostumbrado vos, cómo sos realmente; no nos conocemos. Yo busco encontrar a alguien que sea capaz de vivir a mi lado, que quiera comprometerse, busco eso que normalmente se dice mi par.


No sé si vos estás acostumbrado a hacer esto que hicimos; yo no, fue muy movilizante para mi. Me tocaste algo dentro que me llevó a ir a verte a tu lugar. Vi un tipo sensible, hermoso por dentro y también por fuera; vi a alguien de quien podría enamorarme. Pensé que ir a verte significaba para mi mucho para ganar y poco que perder. Por eso no dudé en tomarme el micro e ir. Y no me equivoqué.


Hoy no tengo miedo al compromiso, a empezar algo a entregarme al otro; soy un tipo solitario y no quiero serlo. Te quiero de protagonista de mi vida. Para mí lo que pasó, estar esa noche a tu lado, oler tu cuerpo, tocar tu espalda, tu piel, me estremeció; fue mágico verte y sentirte tan cerca; me enloqueció.


Estas palabras son para decirte que me sentí muy cómodo a tu lado, me sentí un par esas pocas horas. Siento que me despertaste algo que tenía muy guardado, una gran pasión, de sentir que se me abría una luz y que podía encontrar a esa persona que quiero a mi lado para amar.


Tal vez esto te asuste, no lo sé. Espero que produzcan todo lo contrario, que sirvan para ayudarte a cruzar esa barrera del miedo, de la desilusión. Quiero ayudarte y quiero que me ayudes, la entrega se mide por quien tengas a tu lado, y yo te quiero a mi lado. Ya te empecé a amar.


Alejandro


 


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