La basura. Qué dolor de cabeza resulta para las administraciones locales la definición de políticas de reducción y de disposición final de las 6000 toneladas diarias de residuos que se generan en la ciudad de Buenos Aires.
En estos días nos enteramos que en el Microcentro va a haber una nueva tecnología: contenedores soterrados. También que habrá un aumento de las expensas porque los encargados también deberán cargar las bolsas que contengan los elementos reciclables. Pero qué poco sabemos sobre cuál deberá ser el comportamiento del vecino. Es que aún no se ha difundido cuáles serán las obligaciones de los ciudadanos, incluida la posibilidad de ser multado.
A pesar que desde el 1° de enero el distrito se ha comprometido a reducir la cantidad de basura que se lleva a los rellenos sanitarios, las metas se han conseguido sin que la práctica del reciclado se ponga en marcha. La disminución ha llegado de la mano de nuevas tecnologías pero poco se ha hecho hincapié en los cambios de conducta.
Este año también habrá otras novedades: un nuevo contrato de recolección de desechos (por el que se pagará al año 2900 millones de pesos, casi el 10% del presupuesto local) y se incorporarán tres plantas para el tratamiento de basura. Sobre estas últimas no se conoce aún cuáles son las tecnologías que se usarán pero la tendencia parece ser la misma: que las máquinas se encarguen de realizar lo que los humanos no hacen.
Algo similar podría pasar con los contenedores soterrados en el microcentro. Serán 130 y cada uno cuesta 55.000 pesos. ¿Importa realmente la reducción de la basura o lo que se persigue es que no se vea en la calle y de paso se dificulta la actividad de los cartoneros que a pesar de los planes oficiales no pudo ser ordenada?
Por ahora siguen las dudas. El principal cuestionamiento es establecer cuál es el objetivo del plan porteño: ¿Se trata de reducir la basura o de esconderla debajo de la alfombra?
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