Vistas de página en total

Archivo del blog

Translate

lunes, 20 de mayo de 2013

Después de enviudar, Nani se enamoró de una mujer

Su apellido invita a quererla. Nani Hamame tiene 41 años y estuvo casada durante 14 con un hombre al que reconoce haber amado. Con él tuvieron dos hijos. Después de que ella enviudó, luego de un tiempo de tristeza y duelo, volvió a enamorarse: esta vez, de una mujer. Desde entonces, se reconoce lesbiana, disfruta del amor hacia otras mujeres.


“Muchas veces me han preguntado cuándo me di cuenta de que me gustaban las mujeres, y nunca encontré la respuesta”, empieza diciendo a Boquitas pintadas en este relato en el que narra su vida amorosa. También habla de su gran preocupación: cómo lo iban a tomar sus hijos. Se sorprendió una noche al conversar con sus chicos, que por entonces tenían siete y nueve años, diciéndole: “Mamá, si M. está enamorada de vos y vos de ella, ¿por qué no son novias y están juntas para siempre?” (Santi). Y Tomás siguió: “Sí ma, no importa si estás enamorada de un hombre o de una mujer, lo que importa es que no te haga llorar y nada más”.


Este es el relato de Nani.


Nani, junto a sus dos hijos: Tomás y Santiago


“Siempre sentí que algo me faltaba”


Por Nani Hamame


Creo que me enamoré primero de un hombre porque las cosas se dieron así. Conocí a quien fue el padre de mis hijos (hace 23 años) y viví con él una historia hermosa de amor, con todo como “debía ser”: noviazgo, casamiento por civil y por iglesia, y unos hermosos años de convivencia que nos dieron como fruto a mis dos preciosos hijos, Tomás y Santiago.


Si bien puedo decir con total certeza que fui muy feliz, y que nada de lo que hice en esos años fue por obligación o sin quererlo, tengo que ser honesta y decir que siempre sentí que algo más había en mí, que algo faltaba… Y cuando alguna vez surgía la idea solamente de una mujer en mi vida, sólo como una fantasía, no lo vivía ni con culpa ni con miedo, simplemente sentía que si alguna vez pasaba iba a estar todo bien.


“Y la vida siguió, como siguen las cosas que no tienen mucho sentido” (dice mi querido Joaquín Sabina) y un día me sorprendió con la muerte del hombre que hacía 14 años estaba a mi lado. Fueron años difíciles, tristes y de volver a empezar en todo sentido.


Y cuando llegó el momento en el que volví a sentirme mujer, conocí a algunas personas, hasta que apareció ella, M. (a quien no voy a nombrar porque ya no forma parte de mi vida, aunque fue muy importante, y en definitiva un pilar fundamental en esta historia).


Nani Hamame, con el mate de la diversidad; foto: facebook


Ahí entendí y corroboré que era como siempre había pensado, no dudé un instante en que me había vuelto a enamorar y que, el hecho de que fuera una mujer, no era un problema para mí, sólo me presionaba y sentía miedos por la cuestión social, por la mirada del otrx que, en definitiva, aunque no queramos, es lo que nos construye.


Pensaba, ¿cómo yo, madre de dos hijos, docente de escuelas secundarias, iba a estar en pareja con una mujer? Pero no dudaba de lo que sentía y no quería perderme ese amor por miedo a nada, aunque por momentos sintiera que iba a ser imposible de sostener. E insisto con esto de que no me negaba a lo que sentía, sino que lo que me asustaba era la mirada ajena, lo que dirían los demás.


Así fue que comenzamos una relación con M., conoció a mis hijos, que la amaron como yo desde el primer día y establecieron con ella un vínculo maravilloso. Pero mis miedos seguían: qué dirían ellos, cómo explicarles, qué decirles.


Terapia con la “psicóloca”


Empecé terapia justamente intentando buscar ayuda para resolver ese tema, y mientras yo le hablaba a mi terapeuta sobre eso, ella quería convencerme de que en realidad yo estaba con una mujer por “venganza a los hombres de mi vida que me habían abandonado” (mi papá y mi marido que habían fallecido). Esas sesiones de terapia, aunque en su momento fueron muy muy angustiantes para mí, a la distancia las recuerdo con mucha gracia, porque de repente me descubría explicándole yo a la psicóloga que yo no tenía dudas de mi amor ni de lo que quería para mi vida, sino que lo que le pedía era herramientas para hablar con mis hijos y por fin vivir plenamente en libertad.


Hasta que una noche, como muchas en las que nos acostábamos los tres juntos antes de dormir para charlar (tenían 7 y 9 años) Santi me dijo: “Mamá, si M. está enamorada de vos, y vos de ella, ¿por qué no son novias y están juntas para siempre?”, y Tomás siguió: “Sí ma, no importa si estás enamorada de un hombre o de una mujer, lo que importa es que no te haga llorar y nada más”.


Nani con su hijo Tomás; foto: facebook


Morí de amor, meses pagando una terapia donde yo trataba de explicarle a la “psicóloca” que, para mí, el amor no era una cuestión de género ni de sexo, que simplemente me había enamorado primero de un hombre y después de una mujer y que estaba segura de que podría haber sido al revés. Mis hijos, en cambio, con su inocencia y su corazón y cabezas abiertos y sin prejuicio, en sólo dos frases resolvieron todos mis cuestionamientos.


Al día siguiente, hablé con M., le conté, y decidimos hablar con ellos y decirles que todas las dudas que tuvieran y todo lo que necesitaran preguntarnos podían hacerlo con la mayor confianza, que íbamos a responderles todo lo que fuera necesario para que se sintieran tranquilos. ¡A partir de ahí ya nada más importó! Mi familia supo de mi nueva relación, ellos sí pusieron el grito en el cielo, con frases como: “A mis nietos no los vas a rodear de esa clase de gente”, “sos una perversa y mis sobrinos no pueden vivir en ese ambiente”, “yo no pienso ir a tu casa si está ella” y unas cuantas más.


Pero una vez más quienes tomaron de alguna manera las riendas del asunto fueron Tomi y Santi, diciéndole a la abuela que si no le gustaba participar de una mesa familiar con M, podía irse a mirar TV a la habitación, o diciéndole al tío: “Vos tenés que entender que M es la novia de mamá, y ella tiene que entender que vos sos el hermano de mamá, así que no se peleen ni discutan, si no querés venir a casa, no vengas más”.


Luego vinieron tiempos más de calma, las familias entendieron, a veces con más esfuerzo, otras veces, más relajados.


Nani, en una marcha de visibilización en Buenos Aires


De mis amigxs, puedo decir que casi todxs siguieron viendo a la misma Nani de siempre, solo que más feliz por vivir plena y sin miedos, y algunxs que se alejaron supongo que no habrán podido manejar sus propios prejuicios, tampoco lxs juzgo.


Y en mi trabajo, seguí siendo la misma profe de siempre, como debe ser. Una vez una alumna de un curso de secundaria de adultos me preguntó: “Profe, ¿es verdad que usted tiene novia?”, “sí” le respondí. “Y, ¿por qué no lo cuenta?”, “porque no cambia en nada que te cuente o no, soy la misma profe de matemática de siempre y si vivo con una mujer, con un hombre o sola, no soy ni mejor ni peor profe; ahora, si me preguntás, no tengo problema en responderte”. Y me dijo: “¡Qué grossa!, tiene razón; lo que pasa es que acá se habla de usted”, a lo que respondí: “Justamente, como soy la misma profe que hace años trabaja en esta escuela, lo que digan no es importante, siempre que no hablen mal de mí como profesional”. Así terminó la conversación.


Retomando,  como en cualquier historia de amor, cabe la posibilidad de terminar y eso sucedió.


Tomás y Santi, por decisión del papá, iban a una escuela católica desde el jardín de Infantes. Decidimos cambiar, porque me parecía que ya no tenía nada que ver con nuestras creencias y necesitábamos ser coherentes con nuestra idea de familia y con el hecho de vivir el amor en libertad y sin prejuicios. Y ellos también lo entendían así.  Así que todas las decisiones las tomamos entre los tres.


Si bien están entrando en la adolescencia ya y tenemos los conflictos lógicos de madre e hijos de estos tiempos, creo que algo bueno hemos logrado aprender juntxs: el respeto, la idea de diversidad, de que las personas son buenas o malas por cuestiones que no tienen que ver con quién duermen o viven o de quién se enamoran.


Ahora tengo una nueva pareja, Vivi, un hermoso amor con quien vivo muchos días de mi vida. Ella  también es mamá, y tanto su hija como los míos, aceptan y entienden naturalmente el amor que nos tenemos. Compartimos todo lo que podemos, y sobre todo hablamos de todo lo que es necesario hablar.


Nani y Viviana, su actual pareja; foto: facebook


El desconocimiento y la ignorancia sobre algunos temas son las armas que hacen que nos llenemos de temores y no sepamos cómo resolver o cómo reaccionar.


Entonces intento cada día que ninguno de los dos se quede con dudas sobre nada. Es un trabajo diario, luchar contra los prejuicios que todavía existen, pero si vamos seguros por la vida, convencidxs de que no puede haber nada malo si hay amor, la mirada del afuera desaparece, ya no importa nada.


 


Te invito desde este espacio a que compartas tus historias, tus experiencias. Escribime a boquitaspintadas@lanacion.com.ar. ¡Te espero! ¡Gracias!


* RECUERDEN QUE SI QUIEREN SEGUIR LAS NOVEDADES POR FACEBOOK, ENTREN AQUÍ Y CLICKEEN EN EL BOTÓN DE “ME GUSTA” ¡GRACIAS!

No hay comentarios:

Publicar un comentario