Las campañas ecologistas internacionales han puesto en el último tiempo al Ártico. Esta semana se analizará un estudio, en la ciudad de Bergen, en Noruega sobre la acidificación de las aguas marinas y el perjuicio que en el techo del planeta podría tener.
Según ese informe, la acidez de las aguas del planeta aumentó un 30% desde el inicio de la era industrial, alcanzando un nivel no igualado desde al menos 55 millones de años, según recordaron los participantes en la conferencia internacional sobre la acidificación de los océanos.
El océano Ártico es más vulnerable que otros porque las aguas frías absorben más dióxido de carbono y porque recibe el agua dulce de los ríos y del deshielo, lo cual lo hace menos apto a neutralizar químicamente la capacidad de hacer ácido del dióxido de carbono. Además, el creciente deshielo del banco durante el verano deja al descubierto superficies marinas cada vez mayores, las cuales contribuyen a la absorción. En el mar de Islandia y en el mar de Barents, el PH (potencial hidrógeno) ha disminuido cerca de 0,02 por década desde finales de los años 1960.
Incluso parando las emisiones de CO2 hoy, decenas de miles de años transcurrirán antes de que los océanos encuentren de nuevo su nivel de acidez anterior a la era industrial de hace dos siglos, según el investigador noruego Richard Bellerby, principal autor de un informe científico sobre este tema.
Todavía poco conocida y de impacto desigual según los lugares, incluso en el interior de la única región del Ártico, la acidificación pone en peligro los corales, moluscos y otros organismos con concha como la “mariposa marina” (pterópodo) cuya capacidad de calcificación se ve alterada.
Algunas especies como el ofiura, un organismo marino parecido a la estrella de mar, están directamente amenazadas de extinción, y los depósitos de pescado también pueden verse afectados. Por rebote, en juego están la pesca tradicional, el turismo o el modo de vida de las poblaciones autóctonas.
Sin embargo, otras especies podrían sacar provecho de esta acidificación creciente, observan los científicos. “La incertidumbre no es una excusa para la inacción”, estimó Sam Dupont, de la Universidad de Gotemburgo (Suecia).
Los científicos llamaron a colocar de nuevo la lucha contra el cambio climático en el centro de las prioridades políticas y lamentaron que haya sido eclipsada por la crisis económica. “Tenemos que mirar más allá de esta crisis bancaria”, subrayó Carol Turley, del Laboratorio de estudios marinos de Plymouth (Gran Bretaña).
Foto: Flickr CC madpai
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