Martín Luna lucha con la fuerza imparable de los jóvenes de 20 años, pero contagiado de la certeza de los activistas trans que son antiguos en esta pelea. Su cruzada, esta vez, tuvo éxito. Después de meses de reclamar ante su obra social, logró que aceptara practicarle la mastectomía subcutánea bilateral, la operación que espera desde que se asumió como una persona trans.
Este joven, que estudia guitarra clásica en el conservatorio de Córdoba, hace dos años que habló con su familia para contarle lo que ya sabían, que él estaba incómodo en un cuerpo de mujer que no lo representaba: desde que tiene memoria se recuerda como varón. “Mi mamá lo fue aceptando porque desde chiquito actuaba como un varón, jugaba con chicos; luego, en la adolescencia, fue un sufrimiento terrible por el desarrollo del cuerpo y tuvimos grandes peleas”, recuerda. De a poco lo fueron aceptando. Martín fue uno de los primeros varones trans en tener su DNI con el nombre que usa desde hace años.
El periplo por la cirugía
Como es cordobés le practicaron la cirugía en el Sanatorio Allende, de la capital. Martín le cuenta a Boquitas pintadas que la pelea no sólo fue contra la obra social MET Córdoba SA, sino que también debió lidiar con la Superintendencia de Servicios de Salud, organismo que depende del gobierno nacional, hasta que dieron el sí. “En principio, cuando pedí la operación a la obra social, la rechazaron pese a existir una ley que me avala”, contrasta Martín. “Me dijeron que esa operación no estaba dentro del plan. Lo consideraban una cirugía estética”.
La ley de identidad de género a la que se refiere Martín ya estaba en plena vigencia. En el texto se menciona. “(…) a fin de garantizar el goce de su salud integral, acceder a intervenciones quirúrgicas totales y parciales y/o tratamientos integrales hormonales para adecuar su cuerpo, incluida su genitalidad, a su identidad de género autopercibida, sin necesidad de requerir autorización judicial o administrativa”. Aclara, además, que “todas las prestaciones de salud contempladas en el presente artículo quedan incluidas en el Plan Médico Obligatorio”.
A partir de esta respuesta es que él se acercó a la sede de Superintendencia en Córdoba. Allí también recibió, en principio, una negativa. El argumento que utilizó este organismo que depende del ministerio de Salud es que tenía “disforia de género”, lo que definieron como una “patología”, que debía “tratarse con un psiquiatra”. La ley de identidad de género destierra por completo esta denominación y se refiere a la “identidad de género autopercibida”. Además, explicita que en ningún caso será requisito realizar tratamiento psicológico o médico”.
Según cuenta, ante estas respuestas él envió una carta documento con sus fundamentos. Allí les recordó los alcances de la ley. “Lo que les decía era que quería hacer valer mis derechos. La ley avala la cirugía y los tratamientos hormonales”, dice. Tardaron tres meses en habilitar la operación. “Iba todas las semanas a recordarles el caso”. Luego lo llamaron con la cirugía aprobada.
Martín relata su caso y dice que le consta que no es el único que se encontró con estas trabas en el cumplimiento efectivo de la ley de identidad de género. “Ahora estoy feliz, me atendieron muy bien”, reconoce. Sabe que sólo alzando la voz del activismo se logrará la plena instrumentación de la ley en todo el país. “Todas las obras sociales deberían cubrir la cirugía de cambio de sexo”, reclama.
El se prepara para la próxima operación, de reasignación genital. “La necesito, pero no me quiero apurar. Sé que los médicos no están totalmente capacitados. Prefiero esperar, no jugar con fuego”, dice. “En el mismo hospital me recomiendan que no lo haga ahora”.
El respaldo de una organización trans
Martín reconoce que se sintió acompañado en el proceso que terminó, felizmente, en su operación. Consultado por Boquitas pintadas, Gian Rosales, uno de los fundadores del área trans masculinos de la Asociación de Travestis, transexuales y transgénero (ATTTA), señala: “Desde que Martín nos contó la situación y nos pidió nuestra intervención intentamos alentarlo y le decíamos que, por supuesto, no bajara los brazos. Sabíamos que, por más respuestas negativas que nos pudieran dar, a partir de la Ley de Identidad de Género podemos ver esa puerta abierta para alcanzar todos los derechos que hasta hoy nos habían sido negados”.
Y agrega: “Al recibir la respuesta negativa de la obra social y luego de la superintendencia de salud entendimos que se trataba de una respuesta desde la desinformación. Por eso fue que las acciones de ATTTA y Flavia Massenzio (abogada de ATTTA y la FALGBT) fueron informar sobre la vigencia de la Ley de identidad de Género N° 26.743 y pedir que se reevalúe la respuesta por parte de la Superintendencia”.
Rosales considera que “lograr que una obra social cubriera una cirugía que hasta el día de hoy solo se hacían de manera privada con un costo altísimo o esperando una larga lista de espera en el único hospital donde se realizan las mastectomías fue nada más y nada menos que la respuesta a tanta lucha de parte de las organizaciones sociales”.
Concluye: “Pero el trabajo sigue, es necesario conseguir que todas las obras sociales y los hospitales públicos cubran las cirugías y tratamientos hormonales, porque no podemos depender de 1 o 2 hospitales públicos en toda la Argentina ni de la decisión del departamento de legales de las obras sociales para acceder a una salud integral, tenemos una ley que nos ampara, es nuestro derecho”.
La respuesta de Superintendencia en noviembre de 2012
“…la práctica de mastectomía subcutánea bilateral no es de cobertura obligatoria para los agentes del seguro de salud o las entidades de medicina prepaga, como tratamiento en la disforia de género por no existir en la actualidad legislación vigente que así lo determine… ”
Le sugieren lo siguiente: “…los pacientes que presentan disforia de género pueden presentar aislamiento social, angustia emocional, baja autoestima, depresión y ansiedad por lo que su tratamiento debe encuadrarse en el área de salud mental…”
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